jueves, 9 de junio de 2016

Te quiero y punto

Que algunos dirán que vuelvo a equivocarme, lo sé, que tratarán de aconsejarme con buena fe, y no les culpo, pero ya he tomado mi decisión: yo tengo que descubrirte cada día un poco más. Mi instinto ahora no sirve de nada. Estoy absorta en ti... y punto, no hay nada más en el alrededor cuando estás, aunque actúe como si lo hubiera.
Me muevo, sonrío, hablo y existo en un plano diferente cuando tu estás, y desenvuelvo de los papeles del pasado un mundo ya olvidado, donde ya no recuerdo como se vive, porque tú lo has traído de nuevo a mi presente. Qué incómodo volver a sentirse vulnerable, cuánto temor, pero qué dulce es cuando cualquier gesto, roce, mirada o sonrisa evocan la palabra complicidad y vuelven cálido ese mundo, cosa que mi cuerpo entiende como un ejército de plumas deslizándose por dentro y por fuera de mi estómago.

Algún día, tarde o temprano, algunos me dirán que vuelvo a equivocarme, quizá, pero te quiero en mi futuro, y punto, así que en el presente intento apresurar la llegada de ese futuro sólo porque soy incapaz de tener paciencia, incapaz de esperar a que las cosas ocurran, incapaz de seguir simplemente absorta en ti y sin permitirme más que sólo soñar... y punto.

domingo, 27 de diciembre de 2015

Ecos de silencio

Sonará en mis entrañas un eco del pasado.
Aquel cobarde que fue la montaña dirá que ya era hora.
Pero ya sin besos, sin miradas, casi sin recuerdos...
La montaña sigue erguida creando eco de sonidos hermosos
y el eco muere sin dejar rastro.

Yesenia Pineda


domingo, 20 de diciembre de 2015

Puzzle roto

Miras a tu alrededor y te das cuenta: no hay nadie, sólo estás tú. Entre diversas formas de alegría y jolgorio la gente vive, pero tú llegas a entender la magnitud de tu soledad. Sientes el peso que cae sobre ti y a la vez que tu ánimo encoge las pupilas se tiñen de un color indeterminado con nombre de sentimiento. Es triste averiguar que existen varios tipos de sonrisas. Ver la alegría infantil te pone triste, porque entiendes que aquella época pasó y nunca supiste ver que tu inocencia era una causa y que a su consecuencia ahora la llamas felicidad. Aprendes a vivir un momento de plenitud a través de la risa de un niño que la mayoría de las ocasiones ni siquiera conoces. Admiras la belleza que te rodea, con ansia, como si una camisa de fuerza te impidiera tocarla y poseerla. Ves gente en todo lo alto que no sabe sonreir mientras tú aún sonríes con cualquier excusa en un infructuoso intento de subir un peldaño. Gente en todo lo alto que desprecia lo sublime mientras tú no dejas de apreciar lo ínfimo. Te agarras a lo pequeño como si así lograses levantar la losa que te aplasta. Pides ayuda a gritos y nadie parece oirte.

No encajas.

Ningún lugar es tu lugar.

Tus momentos pasan veloces y tus tristezas se quedan incluso en tus alegrías. Buscas sin hallar, temiendo que no exista. Las ilusiones se derramaron por el camino y mirando atrás en lugar de ver un camino trazado ves el abismo al que has caído. Lo hermoso te pone triste y te hace llorar con una tristeza que jamás imaginaste, un llanto que dejó de ser angustia para convertirse en resignación. Ninguna verdad que haya pasado a la historia y perdurado a través de los siglos puede ya convencerte de su certeza. El desánimo te ha poseído y ya la soledad es una compañera, a veces más deseable que cualquier persona pues, al fin y al cabo, jamás llegará a culminar esa comprensión profunda que esperas. El silencio, al menos, no pronuncia palabras estúpidas o vacías. Si te miras al espejo, justo en lo más oscuro de tus pupilas, encontrarás esa resignación. Seguidamente, miras el rostro donde habitan esos ojos ya casi desconocidos y tus manos querrán romper el espejo.

No encajas.

Ningún lugar es tu lugar.

Ni siquiera tu propio cuerpo.

domingo, 13 de diciembre de 2015

Tú y yo no somos nuestros

Yo no te pertenezco. Y no, tampoco tú me perteneces. Simplemente, nos queremos, y no hay que confundir el sentimiento del amor con el sentimiento de propiedad.

 Yo te quiero, adoro cómo soplas tu flequillo cuando se te cae a los ojos, me encanta cómo te haces un lío con las indicaciones y disimulas para que no se te note. Me saca de quicio cuando dices que harás algo y no lo haces, y te daría de tortas cuando ni tú mismo te entiendes, pero por esas cosas también te quiero... Sí, también por ellas, aunque me hierva la sangre en el estómago. Yo seré una pesada tantas veces que te sacaré de quicio, y tendré tantas manías que te volveré loco, también de amor. Pero tú no me perteneces y yo no te pertenezco, si a pesar de todo seguimos siendo capaces de mirarnos a los ojos y sentir que perdemos el equilibrio durante una milésima de segundo, como si cayéramos al vacío... si seguimos llorando de risa por cosas que sólo tú y yo entendemos... si la zozobra de uno convierte al otro en sostén implacable en el que apoyarse y recuperar fuerzas... si seguimos, en definitiva, queriendo pertenecer el uno al otro... Nunca me pertenecerás ni yo te perteneceré, los corazones no se poseen, las almas son libres, pero tú y yo seremos un gran equipo. Aparentemente mío, aparentemente tuya, sólo por el mero deseo de poseernos.

® Yesenia Pineda - La Posada de las Transgresiones.

martes, 24 de noviembre de 2015

La virgen se está peinando

Fuimos dos dementes al borde de un abismo de fuego, dos desconocidos que perdieron las formas y se bebieron los minutos compartidos como el agua un sediento. Nos conocimos cuando nos reconocimos.

De repente, decidimos construir un puente en ese abismo, no fuera a ser que nos cayéramos y nos quemásemos, decidimos que había que mantener las formas, y el sediento cambió el agua por varios cafés cordiales en una terraza soleada, intentando mantener nuestros corazones mirando hacia otro lado, no fuera a ser que...

® Yesenia Pineda - La Posada de las Transgresiones.

martes, 17 de noviembre de 2015

Hay que dejar ir a quien nunca hizo nada para quedarse.

Hay que dejar ir a quien nunca hizo nada para quedarse, a esas personas de sentimientos temporales que nos hicieron invertir tiempo e ilusiones. Dejar ir requiere valentía, pero lejos de aceptarlo como un final, debemos verlo como el principio de algo nuevo.

¿Quién no se ha visto obligado en alguna ocasión a tener que cerrar una etapa de su vida? En ocasiones lo llaman “cerrar círculos“.

No obstante, esta idea de la circularidad más que darnos la visión de algo que se cierra con un inicio y un final, nos hace visualizar más bien una entidad que nunca termina, como una especie de uróboro o eterno retorno. Debemos ver esas etapas de nuestra vida como una línea por las que avanzar, por las que fluímos a medida que crecemos.

Y para crecer, nos desprendemos de ciertas cosas, a la vez que ganamos otras. La vida es un avance imparable que nos abruma y que nos quita el aliento, y de nada nos vale quedarnos encallados en algo o alguien que nos hunde hacia abajo como la piedra que cae por un pozo.

Quien no nos reconoce, quien nos hace daño y erosiona nuestro ser, nuestra esencia como persona, está vulnerando nuestro crecimiento.

Ahora bien, puede que nos cueste darnos cuenta, que no deseemos verlo durante un tiempo, pero la infelicidad es algo que nadie puede esconder. Duele, marchita y nos apaga. Así que no lo permitas. En la vida siempre llega un momento en que es mejor soltar, dejar ir…

Hay que dejar ir hasta a quien nos abandonó

El dejar ir, el cerrar una etapa de nuestra vida no se refiere solo a decir adiós a quien comparte vida con nosotros, en un acto de decisión o valentía.

Es posible que no seas tú quien abandona, puede que en realidad, hayas sido el abandonado. En este caso, la idea de soltar, de asumir esa ruptura y avanzar de nuevo hacia delante, es algo vital.

Debemos dejar ir a quien nos ha abandonado, porque de no hacerlo, seguiremos aferrados a un sinfín de emociones negativas que nos van a herir cada día más. Y los responsables, seremos en esta ocasión nosotros mismos.

Cerrar ese ciclo de nuestra vida en el cual existe aún el dolor desgarrador del abandono, requiere tiempo. El duelo debe vivirse, llorarse, asumirse y más tarde, aceptar lo ocurrido hasta lograr llegar al perdón. Una vez cauterizada la herida y cuando nos encontremos libres de cargas al haber podido perdonar, nos sentiremos más ligeros para dejar ir con la máxima plenitud.

domingo, 15 de noviembre de 2015

El desolado corazón.

Y allí se nos quedó la lagrima contenida, la mirada perdida, el alma a punto de quebrarse, allí en ese mismo instante tan diferente, tan fugaz, tan distinto a los demas, allí donde nos refugiabamos, donde permanecian recuerdos imborrables, allí fuimos a parar al desierto desolado de la indiferencia, a la pesada rutina del dar y no recibir, allí se quedaron paciencia, amor, amistad, risas, confidencias, infortunios, llantos, y pasión, allí en ese colchón de seguridad que tenías, y que perdías allí justo debajo de tí, pisando lo que querías, respetabas, amabas y comprendías, allí se quedó... el corazón cayó en mil pedazos, ahora que todo quedo allí, me siento libre ya no tengo nada de tí, gracias por quedarte con lo unico que no quería, alguien como tú.